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Siete sermones a los muertos
Para poder llegar a comprender la necesidad de redactar el presente texto resulta necesario conocer los antecedentes en los que se ubica la biografía de su autor, partiendo desde mil novecientos trece, año en el que se generará su rotura con Sigmund Freud, hasta mil novecientos dieciseis, data de preparación del opúsculo. 3 años en los que se producirá una etapa de descubrimiento y transformación personal y en los que va a correr parejo la evolución de su obra. Tras la separación de Freud en mil novecientos trece se comenzó en Jung una temporada de inseguridad y desorientación interior. En un inicio centrado en encontrar una nueva actitud en frente de sus pacientes, no tardaría en efectuar una recapitulación de sí, llegándose a elaborar la próxima pregunta: «¿Mas, cuál es, puesto que, tu mito, el mito en el que vives?». En este punto es donde estima que «había llegado al límite». Al inútil análisis inicial de sus sueños y fantasías diurnas desde una perspectiva psicoanalítica, prosiguió la aceptación del desconocimiento sobre lo que hacía y de lo que le sucedía. Así, decidió «abandonarse de manera consciente a los impulsos del inconsciente». De ello derivó la necesidad del juego, la construcción y edificación infantiles como elementos preliminares en el descubrimiento de su mito. Salvó la distancia existente entre el adulto y el pequeño de once años lleno de una vida fecunda que a él le faltaba: el vehículo fue la reiteración de sus juegos infantiles remembrados mediante las fantasías emergidas de su inconsciente. Todo ello prosiguió teniendo sitio en su vida siguiente. Siempre y cuando esta se quedaba bloqueada recurría a la pintura o bien a la estatua como «un rite d'entrée para las ideas y trabajos subsiguientes». Hacia otoño de ese año, Jung menciona a una transposición de su sintomatología interna de carácter psíquico, cara afuera, tal y como si se tratase de una realidad específica. Es entonces cuando tiene múltiples alucinaciones, la primera estando de viaje llegaría a perdurar una hora, y que irían repitiéndose a lo largo del tiempo. La conclusión inicial a la que llegaría sería la del comienzo de una psicosis. A lo largo de la primavera y principios del verano de mil novecientos catorce volverían a sucederse capítulos afines mas esta vez en forma de 3 sueños consecutivos. El carácter de exactamente los mismos seguía siendo de tipo pesimista. El 1 de agosto reventaría la Primera Guerra Mundial y con ella la confirmación del carácter premonitorio de sus sueños y visiones, arrinconando sus primeras tentativas diagnósticas. Ante semejantes circunstancias procuró descubrir qué le sucedía y por qué razón su vida dependía ahora de la colectividad. El carácter de experimento científico tácito en la confrontación con su inconsciente acabó siendo asimismo «un experimento que tuvo lugar en mí». El contenido de dicha experimentación consistía en «traducir mis emociones en imágenes, esto es, encontrar aquellas imágenes que se escondían tras las emociones». Seguidamente procedía a anotar las fantasías emergidas dando expresión a las condiciones psíquicas tácitas mediante un lenguaje poético, puesto que este es el lenguaje de los arquetipos y de lo inconsciente. Es de ahora en adelante cuando comenzarían a atisbarse las aguardadas contestaciones a las preguntas elaboradas en el vacío, y con esto a la edificación de su corpus teorético y psicoterapéutico. Sería el doce de septiembre de mil novecientos trece cuando «me decidí a efectuar el primer paso». Tras una primera visión, con alusiones al mito del héroe y del sol, «un drama de muerte y renovación», le prosiguió 6 días después, un sueño, donde se mostraban el arquetipo de la sombra y de nuevo el arquetipo del héroe, esta vez representado por Sigfrido, al que había que matar. Este representaba la voluntad siendo consciente del Yo, la imposición heroica de la voluntad propia, no obstante «había que dar fin a esta identidad con el ideal del héroe; puesto que hay algo más alto que la voluntad del Yo y a lo que había que someterse». Jung debía sacrificar su ideal y su actitud consciente. A fin de agilizar su experimento con el inconsciente recurrirá a representarse mentalmente una pendiente con el propósito de captar mejor sus fantasías y descender a los estratos más profundos de la mente.De ahí brotará el episodio en donde llega a atisbar 3 nuevas figuras. Elías, arquetipo del Viejo sabio, encarnación del Logotipos, el factor racional; Salomé, arquetipo del Alma, o bien arquetipo de lo femenino, representada ciega, encarnación de Eros, el factor erótico; y una víbora negra, que anunciaba nuevamente el mito del héroe. Finalmente, y desde esta triada surgirá una nueva figura derivada del arquetipo del Viejo Sabio a la que va a llamar Filemón, describiéndola como «un pagano que aportaba una repercusión egipcio-helenística con matiz gnóstico», «un guru», «un espíritu», «un profesor del alma». Será Filemón la figura deseada por Jung en esos instantes de confusión, «una sabiduría y un poder supremos que me desenredasen las espontáneas creaciones de mi fantasía». Quién, por una parte, empiece a representar la motivación latente en la preparación de los Septem Sermones, y quien, por otro, de sitio a una recapitulación teorética y a una validación en la existencia autónoma de los arquetipos, alén de los complejos, propagando «ad infinítum» la conceptualización limitante del inconsciente freudiano. Posteriormente, Filemón quedaría condicionado a otra figura que entraría en escena y a la que Jung asociaría con el Ka egipcio. Con el tiempo conseguiría integrar las dos figuras merced a la alquimia. Filemón representaba lo espiritual, el sentido; Ka, un espíritu de la naturaleza, una suerte de diablo terrestre o bien metálico. Ante la disyuntiva proveniente entre sí lo que experimentaba era arte y no ciencia, consiguió encarar y aprender de nuevo al bivalente arquetipo del alma, el ánima en el sentido primitivo, o bien lo femenino en lo inconsciente colectivo de un hombre (a lo masculino en lo inconsciente colectivo de una mujer lo llamó ánimus). Inicialmente impresionado por el aspecto negativo del alma, llegaría a describirle desde su capacidad para «generar poquedad ante su presencia», por su «influencia aciega sobre los hombres», por su «carácter persuasivo y también insinuativo», por la «fuerza tentadora y argucia profunda en lo que expresa», por su «doblez, altífono del inconsciente, capacidad de aniquilación sobre un hombre». Todo ello, no obstante, dejó a Jung entender lo definitiva que era en último caso la consciencia en el momento de compensar las manifestaciones arquetípicas del inconsciente, recordando que el orden de relevancia no residía en ningún sistema preferente sino más bien en una articulación de opuestos psíquicos que se presentaba en forma de enfrentamientos, compensaciones y complementariedades. El fin último debía consistir en apropiarse de una totalidad integradora desde una inmadura unilateralidad disociativa.Como paso anterior al establecimiento de una comunicación con el inconsciente, y a fin de no vernos a la merced del arquetipo, era inevitable poder llegar a distinguir entre la consciencia y el contenido del inconsciente. Ello se conseguía aislando a este último mediante un proceso de personificación. Pero el alma tiene asimismo su aspecto positivo puesto que «es la que facilita a la consciencia las imágenes del inconsciente». Contenido en el proceso biográfico contado por Jung en sus memorias se deduce una correspondencia recíproca entre sujeto y objeto, redescubriéndose un conocimiento que se autovalida por su parte en el propio experimentador. El humano como microcosmos del macrocosmos. La sicología analítica creada por Jung una parte de una estructuración psíquica constituida por un inconsciente colectivo en la mente de cada individuo, de tal forma que la consciencia centralizada en el Yo ya no establecerá relaciones exclusivas de reciprocidad a nivel de los complejos de lo inconsciente personal, sino tendrá que vérselas por su parte con los constituyentes transpersonales de lo inconsciente colectivo: los arquetipos. Al proceso de correspondencia consciencia-inconsciente colectivo durante la biografía del individuo lo llamó Jung proceso de individualización. En todos y cada instante de tal proceso vital va surgiendo poco a poco el carácter del individuo o bien personalidad psíquica, encarnada a través del arquetipo del Sí-mismo, Yo nuclear tanto de lo consciente como de lo inconsciente colectivo, en contraste al Yo nominativo, sujeto unilateral de la consciencia. La finalidad última de la sicología de los complejos va a situarse por ende en el despliegue de tal arquetipo central a lo largo y ancho de la ininterrumpida corriente sobre la que navega «aquel proceso que engendra un individuo sicológico, esto es, una unidad aparte, indivisible, un Todo», en la constitución, distinción y consciencia relativa de los arquetipos, un diálogo en suma entre consciente y también inconsciente. Tres van a ser las vías que favorezcan el proceso de «llegar a ser un individuo», «llegar a ser uno Mismo»: Las fantasías que por entonces se le presentaban a Jung las escribía en primer lugar en el Schwarzes Buch (Libros Negros) y más tarde las transcribía al Rotes Buch (Libro Colorado), ampliado con ilustraciones, una de ellas la del propio Filemón. Aniela Jaffé aclara que "El Schwarzes Buch entiende 6 volúmenes encuadernados en piel negra; el Rotes Buch, un infolio encuadernado en piel roja, contiene exactamente las mismas fantasías, mas en una forma y lenguaje retocados y en escritura gótica caligráfica, a la forma de los manuscritos medievales". Añade Jung en el ocaso de su vida el vano intento en traducir sus fantasías estéticamente a lo largo del Libro Colorado. Atisbando su incapacidad para «hablar el lenguaje adecuado» renunciaría a lo estético a favor de la entendimiento científica, incluso cuando reconozca su deuda con respecto a lo primero puesto que sin dicha dedicación no hubiese entendido «su obligación ética con respecto a las imágenes». Ante la autonomía de lo inconsciente aconseja por tanto cumplir tanto con una obligación intelectual como ética. Frente a lo imaginal debería insistirse en el comprensión sin abandonar a la entendimiento, mas siempre y en todo momento con el deber ética de aprender que el caelidoscópico planeta que nos ofrece el alma no puede ser reemplazado por el Logotipos. Eros y Logotipos, vida y comprensión son 2 principios diferentes y por consiguiente opuestos y complementarios, siendo inútil su mutua substitución. Se requiere aparte de entendimiento, la realización en vida de las imágenes, vivenciar lo manifestado. Lo opuesto sería limitarse a un motivo de sorprendo que acarrearía efectos negativos del inconsciente, se quitaría a la existencia su integridad dando a la personalidad el tinte de lo fragmentario. Jung incluirá en sus memorias 2 escritos independientes del Schwarzes Buch y Rotes Buch: Tanto los Libros Negros como el Libro Colorado no llegarían a publicarse.Existe hoy en día una fundación, la Philemon Foundation, cuyo proyecto esencial consiste en actualizar toda el trabajo de C. G. Jung incluyendo material libre no editado en sus Obras Completas. El acto nuclear de Philemon Foundation ha sido llenar la financiación del Libro Colorado de Jung para su edición, la publicación más esencial desde su muerte. La aparición de tal trabajo, el siete de octubre de dos mil nueve, inaugura una nueva era en el estudio de Jung, y deja que la génesis de su trabajo siguiente sea entendido basándose en un firme equilibrio histórico. Tras una gradual transformación, en mil novecientos dieciseis Jung sentiría la necesidad imperiosa de redactar, sintiéndose «impulsado desde dentro a elaborar y expresar lo que podría haber dicho Filemón». De esta fuerza inevitable, supuestamente liderada desde lo más profundo de lo inconsciente colectivo, brotarían los Septem Sermones ad Mortuos con su lenguaje propio. A una inicial intranquilidad subjetiva prosiguieron la manifestación preliminar por su casa de una serie de fenómenos parapsíquicos o bien paranormales presenciados por su familia, de los que tenía extenso conocimiento y experiencia, teniendo en cuenta que su tesis «Acerca de la sicología y nosología de los llamados fenómenos ocultos», efectuada con el maestro Eugen Bleuler en la capacitad de medicina de la Universidad de Zúrich en mil novecientos dos, versaba sobre lo que en aquel instante se prefería llamar espiritismo y fenómenos asociados. Asimismo debe recordarse que la propia madre de Jung, Emilie Preiswerk (mil ochocientos cuarenta y ocho-mil novecientos veintitres) tenía una personalidad marcadamente disociativa que influyó enormemente en el rasgo intuitivo de Jung, tan atractivo para todos quienes le conocieron, o bien que el material que conformara su tesis lo extrajera de las sesiones de espiritismo realizadas en su casa desde mil ochocientos noventa y seis. El día de hoy se sabe que la paciente nombrada en su tesis, «la señorita S. W.», era su prima Hélène Preiswerk. Las manifestaciones fueron las siguientes: La conclusión a la que va a llegar Jung es que la casa estaba llena de espíritus, y ante el interrogante «Por el amor de Dios, ¿qué es esto?», escucharía al tiempo la próxima contestación, incluida a posteriori en el encabezado del Sermo I de los Septem Sermones ad Mortuos: Es entonces cuando empezaría a redactar el texto, resolviendo la situación de infestación a los 3 días de haberlo finalizado. Jung invita a admitir lo acaecido tal y como fue experimentado, evitando todo intento de reduccionismo y tergiversación amparado por un pretendido omniabarcante conocimiento científico o bien su aniquilación por medio de la anomalía. Recuperando la síntesis de su conceptualización, y dejando por ende seguir observando lo fenomenológico a resultas de una ecuación en donde siempre y en toda circunstancia intervienen el mundus imaginalis y lo cotidianamente fáctico, nos resulta posible comprender que la materia es el aspecto específico de lo inconsciente colectivo, que el planeta por norma general estaría de esta manera estructurado y configurado desde los constituyentes más inmediatos de la mente colectiva, los arquetipos, y que cualquier fenómeno de sincronicidad es resultado de la ininterrumpida comunicación establecida entre los dos sistemas. Así nos narra Jung la posible relación que pudiese haber tenido lo acaecido con el estado sensible en el que se encontraba, y desde el que podrían haberse producido fenómenos parapsicológicos. Se trataba de una «constelación inconsciente», esto es, de la activación de un complejo sicológico debido en general a una reacción de naturaleza sensible (consciente o bien inconsciente), así sea en frente de una persona o bien una situación, siendo dicha constelación de carácter numinoso. El numen de un arquetipo representa aquel agente o bien efecto activo, no resultante de un acto volitivo, que atrapa y controla al individuo. Poco ya antes del retorno de los fallecidos sucedió otro hecho esencial descrito por Jung como la pérdida del ánima. Más de 2 décadas después, en mil novecientos treinta y nueve, expondrá ante Eranos su obra «Sobre el renacer», en la que va a describir que la desaparición del ánima en una fantasía era un hecho usual entre los pueblos primitivos. Se correspondería a una perturbación de la personalidad en forma de minoración. El ánima se puede marchar de modo súbito dando sitio a un trastorno de la salud del individuo. Su explicación residiría en que la psique primitiva dispondría de un funcionamiento preferiblemente pulsional, sensible y también inconsciente y por consiguiente proclive a la disociación, ya antes que a la integración mental. Dicho de otra forma, requeriría un mayor esmero para marchar desde la consciencia y la volición, al situarse de una manera más cercano a los contenidos del inconsciente. No obstante, apostilló que ello no quería decir que el hombre civilizado estuviese exento de dicha pérdida. Pierre Janet ya reforzaría en mil novecientos nueve como denominación opción alternativa a exactamente la misma sintomatología la de abaissement du niveau mental. Encontraríamos en un caso así un rebajamiento de la tensión de la consciencia sentido subjetivamente como pesadez, desgana y tristeza, siendo el origen de ello la ausencia de energías libres. Para Jung, el ánima viene representada en el hombre por el arquetipo del alma, alma significa en latín ánima. Por otra parte, el alma es el aspecto femenino presente en lo inconsciente colectivo de los hombres (al aspecto masculino presente en la mente colectiva de las mujeres se llamó ánimus). Si a ello agregamos que el alma representa el arquetipo de la vida, siendo su principio Eros, reflejando la naturaleza de lo relacional, se deducirá de ello que para el hombre, la pérdida del ánima signifique la pérdida de lo vital y lo vinculativo. De alguna manera, el arquetipo del alma ha debido desaferrarse del nivel de lo consciente emprendiendo el camino de lo inconsciente colectivo. Desde la teorización junguiana no se trataría de una pérdida real, sino más bien de una desvinculación arquetipal que acarrea una descompensación en forma de constelación inconsciente. El arquetipo del alma se ha retirado al inconsciente, al «país de los muertos». En términos energéticos, lo consciente se vacía al revivificarse lo inconsciente. Si el alma crea la relación en lo inconsciente, y este representa al país de los fallecidos, «en cierto sentido es asimismo una relación con la colectividad de los muertos». Finaliza Jung reconociendo que los Septem Sermones formaron una suerte de prólogo, un cierto croquis y resumen de lo que debía trasmitir al planeta sobre el inconsciente. Sería la preparación del manuscrito y todas y cada una de las experiencias vividas en torno al «país de los muertos» lo que llevaría a Jung al convencimiento de que la creencia popular en que los fallecidos son los que tienen el mayor saber resultaba dudosa. Así sea desde el cristianismo y su alusión a que «en la gloria vamos a mirar la verdad a la cara», o bien desde el platonismo filosófico heleno de la liberación del ánima de la prisión del cuerpo una vez finalizado el periodo de existencia, todo parecía señalar que «sin embargo, probablemente las ánimas de los fallecidos no saben sino más bien lo que sabían en el instante de su muerte y solamente. De ahí sus sacrificios por penetrar en la vida para participar en el saber de los hombres». Los Septem sermones ad mortuos representarían en consecuencia, entre otros muchos aspectos de diversa clase, la contestación dada por el pensador suizo a la demanda de saber que los fallecidos interpelaban con su presencia. De ahí la oración inicial Retornamos de Jerusalén, donde no encontramos lo que procurábamos. Asimismo formaría en paralelo una compensación mutua entre el planeta consciente y lo inconsciente colectivo. Por otra parte, establece Jung la posibilidad de que muchos humanos persigan lograr en la muerte el nivel de consciencia que no encontraron en vida. Con lo que todas y cada una aquellas personas que en el momento de su muerte quedaron bajo sus posibilidades, incluyendo aquello que fue comprendido por otros hombres de su temporada, el espíritu del tiempo, seguirían tal desarrollo en el «país de los muertos».Duelo y renacimiento
Los arquetipos de lo inconsciente colectivo
El héroe y la sombra
El viejo sabio, el alma y el héroe
La ambivalencia del ánima
Artículos principales: Libros Negros y Libro Colorado.Además del manuscrito de los 7 sermones a los fallecidos elaborado en mil novecientos dieciseis, Jung fue transcribiendo sus experiencias entre mil novecientos catorce y mil novecientos treinta en su conocido Libro Colorado. Manifestaciones de lo inconsciente colectivo
Pérdida del alma
Helena de Troya.