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Resistencia (psicología)
En psicoanálisis lleva por nombre resistencia a todo acto o bien palabra del examinando que se opone a que este acceda a lo largo del análisis a los contenidos de su inconsciente. El paciente puede manifestar sus resistencias de diferentes formas en el trabajo metódico, por servirnos de un ejemplo con silencios prolongados o bien la interrupción de ocurrencias en la asociación libre, relleno de la sesión con grandes cantidades de contenidos intrascendentes, retrasos al concurrir a las sesiones, olvido de las citas. Esta definición se emplea por lo general en todas y cada una de las formas de terapia psicodinámica, mas para el psicoanálisis la interpretación de las resistencias, forma al lado del análisis de la trasferencia un aspecto central del tratamiento psicoanalítico. La resistencia, desde la perspectiva de la teoría psicoanalítica, es un proceso mental o bien acción dirigida por el inconsciente que tiene por objeto impedir que lleguen a ser conscientes determinados contenidos reprimidos, los que desde el exterior (por el tratamiento) están estimulados a aflorar a la conciencia, para una mejor lectura de exactamente los mismos. Estas fuerzas se oponen al tratamiento por el hecho de que es doloroso o bien bastante difícil ese conocimiento y el paciente «se resiste» a tomar conocimiento de ciertos deseos, hechos o bien impulsos. Freud tropezó con el fenómeno de la resistencia a cortísimo caminar en su trabajo de análisis. En verdad, es justamente su descubrimiento lo que moviliza su técnica desde la hipnosis, pasando por técnicas sugestivas hasta desamparar por completo toda forma de sugestión y establecer la asociación libre como «regla fundamental». El cambio obedece eminentemente a la constatación de que los pacientes se resistían de forma muy evidente y enérgica a la técnica sugestiva, oponiendo una especie de «contrasugestión» o bien recurriendo a estrategias menos obvias al tratamiento. Freud consideró de forma perfecta entendible, en cuanto al resto, que la gente se resistiera a ser sugestionada. Una primera descripción de estos fenómenos de resistencia puede leerse en el texto Estudios sobre la histeria. Desde entonces, los cambios en la técnica tras el abandono de la sugestión no hicieron desaparecer las resistencias, mas cambiaron el enfoque de Freud sobre ellas y la forma de trabajarlas: pasaron a ser objeto de la interpretación y se consideraron desde allá un fenómeno que podía ser superado en el trascurso del trabajo terapéutico. Posteriormente, en el contexto de la segunda tópica, ya no solo son vistas como un escollo a superar, sino más bien como un dato clínico relevante que aparece como síntoma, expresando lo reprimido, con lo que el modo perfecto de abordar las resistencias sería equivalente al que se emplea en frente de la transferencia: corresponde interpretarla. En su ensayo Inhibición síntoma y sofocación publicado en mil novecientos veintiseis, Freud distinguió 5 géneros de resistencia, 3 de ellas yoicas: Y 2 que proceden de otras instancias psíquicas: Esta clasificación jamás llegó a satisfacer por completo a Freud, mas tenía la virtud de apostillar que los fenómenos de resistencia en el trabajo metódico no quedan explicados solo por los mecanismos de defensa del . Freud, en la temporada inicial de Estudios sobre la histeria, había explicado la resistencia asociándola al inconsciente, al acercamiento cara contenidos y deseos inconscientes que la cura analítica va revelando. La imagen es la de un núcleo de recuerdos patógenos, en torno al que se reúnen recuerdos, preparados en círculos concéntricos y cuanto más se acerca el psicoanálisis a ese núcleo, más fuerte se hace la resistencia. En este primer modelo, la resistencia es una fuerza inconsciente de repulsión que actúa contra que el paciente recuerde y el analista interprete. Freud meridianamente ubica acá el origen de las resistencias en el inconsciente, no de esta manera más adelante en su obra. En su modelo ulterior del funcionamiento psíquico conocido como segunda tópica, esto ya no es de esta forma. La resistencia se presenta ahora como un mecanismo de defensa que tiene entre otras muchas fuentes al . Sin embargo, el hecho de que la propia clasificación freudiana de cuenta del rechazo de Freud a reducir el tema de la resistencia a los mecanismos de defensa implica que en su término hay elementos irreducibles de la resistencia, que interpreta de diferentes formas y que podrían encontrar explicación en la pulsión de muerte. En general, el término de resistencia fue admitido y asimilado (con matices) por los seguidores de Freud y tras su muerte no produjo mayor discute (como sí ocurrió con la trasferencia y contratransferencia). Una salvedad es la crítica de Melanie Klein, que identificó la resistencia únicamente con la trasferencia negativa, siendo este uno de los temas centrales de su polémica con Anna Freud. Sin embargo, en la opinión de Ralph Greenson, uno de los autores más conocidos en temas de técnica analítica, todas y cada una de las formas de resistencia, asimismo las que Freud, Edward Glover y Anna Freud clasificaron como resistencias del ello y asimismo las que se atribuyen al superyó, serían puestas en marcha por el . Sin salvedad, todas y cada una de las estructuras psíquicas actuarían a través del y por ende no sería tan relevante esclarecer el origen de las resistencias en otras instancias. El silencio puede o bien no ser una forma de resistencia, y por lo tanto puede o bien interpretarse como tal, en dependencia de la particular estructura. Por poner un ejemplo existen los silencios de origen depresivo, que corresponden a la sintomatología de ese género de cuadro clínico o bien responden a esa estructura de personalidad. Existe asimismo el silencio paranoide, donde el paciente no habla por el hecho de que piensa que todo cuanto afirme va a ser utilizado en contra suya. Mas la mayoría de las veces lo que se observa en clínica psicoanalítica es el silencio propiamente resistencial, de forma directa destinado a impedir el flujo de contenidos desde el inconsciente en la sesión de tratamiento. Este género de silencio es interpretable como resistencia. Ralph Greenson distingue 2 grandes categorías: el silencio como resistencia (el más usual) y silencio como comunicación. Según él, es labor esencial del analista esclarecer si el paciente calla como forma de resistirse - consciente o bien de manera inconsciente - al tratamiento o bien si justamente su silencio forma por sí solo una comunicación relevante, un contenido que se quiere comunicar en vez de una resistencia en frente de un contenido penoso (podría ser, por poner un ejemplo, una reiteración en la terapia de un acontencimiento del pasado del paciente donde el silencio jugó un papel esencial). En las terapias cognitivo-conductuales, lleva por nombre resistencia a todo acto de oposición a algún procedimiento clínico propuesto por el terapeuta. Su aparición a lo largo del proceso de intervención clínica se considera una señal de alarma que puede señalar, así sea que el terapeuta no ha conseguido una suficiente coalición terapéutica con el sujeto, sea que no ha explicado apropiadamente la utilidad de la intervención, o que la intervención va contra los valores del sujeto, o bien alguna otra razón que el terapeuta no se ha percatado anteriormente./P> La resistencia, en este conjunto de psicoterapias, no se concibe como algo negativo, sino, engranado en el encuadre, puede transformarse en un instante diagnóstico favorezco para descubrir algo nuevo sobre el sujeto y del proceso psicoterapéutico, y una ocasión para hacer cambios y ajustes en tal proceso, desde el nuevo conocimiento./P> En esta escuela terapéutica, el término de resistencia se aproxima al de autocensura. Pueden tener una connotación negativa o bien perjudicial, actuando como un factor que complica la integración de aspectos de la personalidad que podrían asistir a la satisfacción de necesidades. Su origen se debe a «prototipos introyectados» (pautas que modelan la conducta con un marco ético o bien ideológico). Las resistencias ocurren en correspondencia con cada fase de un ciclo de autorregulación de necesidades que esta teoría describe. No obstante, no forman necesariamente algo negativo, pues pueden ser saludables reguladores de la satisfacción de necesidades si ocurren en un contexto de libre resolución y la «aceptación incondicional cara sí mismo», esto es, si no responden únicamente a las demandas del medio social. El silencio y la resistencia
