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Psicoanálisis didáctico
Freud, autor del psicoanálisis, desde entonces no fue psicoanalizado por otro analista, mas sí practicó un extenso y profundo "autoanálisis", en una gran parte en la mitad de una intensa correspondencia epistolar con su amigo y colega Wilhelm Fliess. En este autoanálisis empleó procedimientos propios de la técnica que mismo estaba descubriendo, básicamente: asociación libre, análisis de sueños, interpretaciones de actos errados, de olvidos y de lapsus. En mil novecientos diez, con ocasión del segundo Congreso de Psicoanálisis efectuado en Núremberg, Freud aboga por el "análisis de sí" o bien "autoanálisis" como única forma de que el analista pueda reconocer y dominar la contratransferencia. A propósito, Freud emplea acá la palabra alemana "Selbstanalyse" (que literalmente significa "análisis de uno mismo"), palabra algo equívoca, pues no excluye la intervención de otro como analista, mas tampoco la impone. Dos años después en su artículo "Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico", Freud se inclina más meridianamente cara la idea de que todo psicoanalista debería someterse a un psicoanálisis con una persona especialista, alabando explícitamente a la escuela de Zúrich, dirigida por C.G. Jung por haber impuesto esta demanda para la capacitación de los aspirantes. No obstante, acá todavía no se trata de un "psicoanálisis educativo" que se distinga de alguna forma precisa de cualquier otro psicoanálisis, salvo por la condición del analizado: se trata de una persona "sana" y por lo tanto, no concurre a tratamiento psicoanalítico desequilibrado o bien atormentado por trastornos neuróticos, ni con un fin puramente terapéutico. La demanda general de un análisis educativo se establece recién diez años después, en los marcos del Congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional de mil novecientos veintidos. Freud, hasta el final de su obra, siempre y en todo momento vio como precisa y ventajosa la práctica del análisis educativo, mas según parece jamás estuvo demasiado persuadido de la posibilidad y de la conveniencia de que esta clase de análisis alcanzara una profundidad mayor. En mil novecientos treinta y siete escribe: Ciertamente, añade más adelante, con esto no se da por terminado ni el análisis propio, ni la capacitación y que justamente el hecho de que este sea un proceso permanente, que prosigue alén de cualquier formalidad cumplida en un análisis educativo, lo que va a dar al analizado su condición de analista. La doble función, tanto del psicoanalista educativo, como del aspirante analizado es una temática recurrente entre los psicoanalistas por tratarse de una situación analítica compleja. De hecho, el psicoanalista educativo tiene en este género de análisis una meta clínico y metódico, por un lado y un propósito educativo pedagógico, por otra. Análogamente, el analizado persigue un propósito terapéutico por una parte, y de aprendizaje profesional, por otro. La relación entre el analista educativo y el aspirante analizado ofrece un escenario favorezco a fin de que la trasferencia y la contratransferencia se instalen mediante procesos de identificación y también idealización. Esta constelación puede, por su parte, ser realmente productiva y conveniente para el avance del trabajo metódico, como asimismo entorpecedora del mismo, dependiendo de la capacidad que muestre el analista para examinarla y también interpretarla apropiadamente. El psicoanálisis educativo es una parte constitutiva esencial en la capacitación de psicoanalistas de prácticamente todas las orientaciones teóricas y en prácticamente todas las escuelas y también institutos de psicoanálisis. No obstante existen diferencias esenciales en el modo perfecto de incorporarlo, en la duración (por servirnos de un ejemplo, ciertos institutos definen anteriormente una cantidad fija de sesiones, otros dejan abierto el fin del análisis) y en el alcance o bien profundidad. Mientras las escuelas de psicoanálisis más tradicionales han institucionalizado la práctica con reglas muy meridianamente establecidas, como una parte del currículo de capacitación, las de orientación lacaniana, por poner un ejemplo, sosteniendo la idea freudiana esencial de que todo psicoanalista ha de ser analizado, abogan por derogar la diferencia entre un género de psicoanálisis “terapéutico” y otro “didáctico” proponiendo que el análisis educativo no ha de ser jamás una pluralidad particular del análisis, especialmente no debe suceder que el analizado sea pupilo o bien acólito y el analista maestro o bien profesor, sino debe representar justamente de forma leal lo que sería un psicoanálisis corriente. Con anterioridad a Jacques Lacan, Sándor Ferenczi fue el primordial defensor de suprimir la diferencia entre un análisis terapéutico y uno educativo, mas más bien previniendo sobre una mala práctica de convertir el análisis educativo en un paso burocrático de la capacitación y resaltando la relevancia de que los aspirantes se sometieran a un análisis cuya profundidad había de ser todavía mayor, idea que no necesariamente era compartida por Freud.