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Neuropolítica
Filósofos como Platón y John Locke teorizaron sobre la naturaleza del pensamiento humano, usando su teorías como base de su filosofía política. Para Locke, la psique del hombre entra en el planeta como una tabula rasa, y los gobiernos se forman a resultas de las necesidades impuestas por el estado de naturaleza. Si bien Locke tenía capacitación en medicina, era incrédulo sobre el valor de los estudios anatómicos del cerebro, y concluyó que no se podían extraer de su estudio consecuencias útiles para comprender facultades mentales. En mil novecientos setenta y nueve el conjunto de Roger Sperry desarrolló y publicó el primer experimento neuropolítico, con pacientes que tenían el cerebro dividido por un daño grave en el cuerpo calloso, lo que trastorna la comunicación entre los hemisferios cerebrales. Los estudiosos mostraban por separado fotografías de figuras políticas a cada uno de ellos de los ojos de los pacientes (lo que implicaba que las imágenes se transmitían a diferentes hemisferios cerebrales) y les pedían una evaluación positiva o bien negativa levantando o bien bajando el dedo pulgar. De este modo por servirnos de un ejemplo, dado el contexto de los sujetos (la prueba se efectuó ya antes de reventar el escándalo Watergate), Hitler o bien Fidel Castro recibían una evaluación negativa, Winston Churchill recibía una evaluación positiva y Richard Nixon recibía una evaluación neutra. Curiosamente, cada hemisferio procuraba comunicar claves sobre la identidad de las figuras al otro hemisferio. El estudio probó que la aproximación neurológica podía aplicarse al comprensión de las actitudes políticas. El primer libro de Frans de Waal (Chimpanzee Politics, mil novecientos ochenta y dos, en castellano La política de los chimpancés: el poder y el sexo entre los animales), sugirió que los cerebros de primates no humanos como los chimpancés le dejó a ellos (chimpancés) hacer la manipulación estratégica de terceros. Esta "inteligencia política" facilitó la capacitación de alianzas y activas políticas con muchas semejanzas a las vistas en política humana. Investigaciones más recientes desarrolladas por Robin Dunbar sugirieron una relación entre el tamaño del neocórtex de un animal y la medida del conjunto social que de forma exitosa podría dirigir. Al paso que la Política de Aristóteles equiparó las facultades mentales de humanos con otros animales en un intento de establecer una base para comprender las políticas de humanos, el trabajo sistemático de de Waal y Dunbar trajo métodos estrictos para aclarar la relación existente entre el cerebro y política, aun por medio de especies lejanas. Con el descubrimiento de la imagen por resonancia imantada funcional la neurociencia adquirió nuevas herramientas que podían emplearse para investigar cuestiones hasta ese momento bastante difíciles o bien imposibles de abordar. Los primeros estudios neuropolíticos la emplearon para advertir las diferencias de actividad cerebral entre personas a las que se preguntaban cuestiones políticas. Siguiendo la tradición de trabajo de Philip Converse y John Zaller, se halló que los políticamente informados tenían elevados niveles de actividad en internet neuronal por defecto al tiempo que los no informados tenían disminuida la actividad en exactamente las mismas áreas del cerebro. Un estudio subsecuente, del conjunto de Drew Westen, confirmó la elevada falta de actividad en internet neuronal por defecto en los políticamente complejos, y sugería diferencias entre republicanos y demócratas sobre de qué forma piensan sobre cuestiones políticas. Westen expandió después las implicaciones de sus descubrimientos a las campañas políticas en su libro The Political Brain. El conjunto de David Amodio medía potencial relacionado a acontecimiento (event-related potential, ERP) para un conjunto de participantes de orientación liberal y conservadora mientras que ejecutaban una labor go/no go, encontrando que una tendencia más liberal se asociaba con un mayor enfrentamiento relacionado con la actividad en el cortex del cíngulo precedente. En dos mil once, el conjunto de Ryota Kanai en University College London halló diferencias en el tamaño de zonas cerebrales particulares que se correspondían con la adscripción liberal o bien conservadora de los participantes en el estudio. A pesar de los peligros de antropomorfizar el comportamiento animal, se estudia el comportamiento político de determinadas especies de animales sociales. Aparte del trabajo de de Waals con los chimpancés, existen estudios de activa de alianzas en hienas, delfines, elefantes y otros animales. En la hiena manchada, por poner un ejemplo, las interactúes sociales se identifican por una sociedad de fisión-fusión en la que se forman y disuelven conjuntos sobre una base regular. La enorme dificultad de la activa política en el caso de esta especie semeja requerir un mayor neocortex que el de especies relacionadas que tienen estructuras sociales más simples. Los delfines han probado tener coaliciones políticas de niveles diferentes que semejan poner demandas substanciales en su cognición social. Por otra parte, los elefantes, muestran distintas activas de alianza en los niveles diferentes jerárquicos de su organización social. Estimar las relaciones entre la neuroanatomía, las funciones mentales y la activa política de otras especies puede asistirnos a entender la política en humanos y el rol que cumple nuestro cerebro en ellas.