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Hipótesis de Sapir-Whorf
La hipótesis original fue formulada por Edward Sapir y su acólito Benjamin Lee Whorf. Whorf tomaría las teorías de su profesor para desarrollarlas durante la década de mil novecientos cuarenta. En su versión fuerte la hipótesis Sapir-Whorf puede considerarse una forma de determinismo lingüístico, si bien el interés de los sicólogos por la repercusión del lenguaje en el pensamiento es precedente a la formulación de la hipótesis de Sapir-Whorf como tal. Julia Penn, en su libro Linguistic Relativity contra Innate Ideas. The Origins of the Sapir-Whorf Hypothesis in German Thought, remonta los cimientos teóricos de esta hipótesis al trabajo del pensador pietista alemán Johann Georg Hamann (1730–1788), realizando entonces una línea evolutiva para esta corriente interpretativa del lenguaje que incluiría a Johann Gottfried Herder (1744–1803), Wilhelm von Humboldt (1767–1835) y Jan Baudouin de Courtenay (1845–1929), al tiempo que Franz Boas (1858–1942) y Edward Sapir (1884–1935) se separarían en una rama diferente del árbol evolutivo de la corriente. En el esquema de Penn, Benjamin Lee Whorf (1897–1941) tomaría elementos de estos pensadores, en especial de Sapir, para realizar la hipótesis tratada en el presente artículo. Una hipótesis muy revisada de la versión «débil» de la hipótesis whorfiana es famosa como la hipótesis Whorf-Korzybski. Julia Penn considera esta hipótesis enormemente probable y la define de la próxima forma: Penn se apoya, para contemplar esta hipótesis como posible, en los ensayos efectuados por John B. Carrol y Joseph H. Casagrande con hablantes de hopi y navajo. No obstante, conforme Xabier Zabaltza, en su libro Una historia de las lenguas y los nacionalismos, se puede destacar que esta hipótesis se refiere al habla individual (lo que en concepto de Saussure se llamaría parole) y no a la propia lengua (langue), que es una actividad social. Zabaltza resalta la diferencia entre los 2 conceptos en el idioma francés, observando que en el alemán no existe la diferencia entre ellos, siendo que los 2 comparten exactamente la misma denominación: sprache. La situación de que la estructura y categorías de la propia lengua materna condiciona el pensamiento fue argumentada de manera convincente por Bhartrihari (siglo VI d. de C.) y fue tema de siglos de discute en la tradición lingüística de la India. Nociones relacionadas en Occidente, como el principio de que el lenguaje tiene efectos de control en el pensamiento pueden ser identificados en el ensayo de Wilhelm von HumboldtÜber das vergleichende Sprachstudium (Sobre el estudio comparativo de las lenguas), y la noción ha sido asimilada de forma esencial en el pensamiento occidental. Karl Kerenyi comenzó su traducción de Dionysus al inglés en mil novecientos setenta y seis con este pasaje: El origen de la Hipótesis de Sapir-Whorf como un análisis más estricto de esta percepción cultural familiar puede ser remontada al trabajo de Franz Boas, el creador de la antropología en E.U.. Boas fue educado en Alemania a fines del siglo XIX a lo largo de la temporada en la que científicos como Ernst Mach y Ludwig Boltzmann trataban de comprender la fisiología de la sensación. Una aproximación esencial de la temporada era el renacido interés en el trabajo de Immanuel Kant. Este afirmaba que el conocimiento era resultado del trabajo cognitivo específico de una parte del individuo; la realidad («intuición sensitiva») estaba en incesante flujo y el comprensión procedía de interpretar dicha intuición a través de las «categorías del entendimiento». Individuos diferentes pueden entonces percibir la realidad noumenal como instancias fenoménicas de sus diferentes conceptos individuales. En EE. UU., Boas halló lenguas amerindias de diferentes familias lingüísticas, todas y cada una diferentes a las lenguas semíticas y también indoeuropeas estudiadas por la enorme mayoría de académicos europeos. Boas se dio cuenta de lo grandes que pueden ser las diferencias entre las categorías gramaticales y formas de vida de un sitio a otro. Como resultado, Boas llegó a la conclusión de que la cultura y las formas de vida de un pueblo estaban reflejados en el lenguaje hablado por este. Edward Sapir fue uno de los estudiantes más notables de Boas, y ahondó su razonamiento apreciando que los lenguajes eran sistemas formal y de forma sistemática completos. Conque no se trataba de que alguna palabra particularmente expresase una forma de meditar o bien portarse, sino más bien de que la naturaleza sistemática y congruente del lenguaje interaccionaba en un nivel más extenso con el pensamiento y el comportamiento. Si bien sus ideas cambiaron transcurrido un tiempo, pareciese que cara el final de su vida Sapir llegó a opinar que el lenguaje no era un mero reflejo de la cultura, sino el lenguaje y el pensamiento podían en verdad tener una relación de mutua repercusión e incluso de determinación. Whorf le dio aún más precisión a esta idea al examinar los mecanismos gramaticales particulares a través de los que el pensamiento influía en el lenguaje. Sapir afirmó: Esta expresión, que en el fondo manifiesta un prejuicio, señala que la manera de charlar de los porqueros macedónicos no era inferior a la manera de charlar de Platón, y que Confucio no tenía una capacidad sintáctica superior a la de los cazadores de cabezas de Assam. La crítica a esta hipótesis se estructurará sobre el razonamiento de que la manera lingüística de todos y cada uno de los humanos es equivalente. Existen hechos que semejan bastante difíciles de explicar si admitimos la hipótesis Sapir-Whorf en su versión fuerte. De esta manera por servirnos de un ejemplo se ha podido revisar que los bebés, chimpancés e inclusive las palomas son capaces de clasificar y reunir categorías de objetos en conceptos, pese a carecer de lenguaje. Sin embargo, la cuestión semeja diferente cuando consideramos la hipótesis enclenque. Desde hace ya un tiempo se sabe que la memoria y la percepción sicológica se ven perjudicadas o bien influidas por la disponibilidad de las palabras y de las expresiones apropiadas, por servirnos de un ejemplo, sustantivos de colores.Algunos ensayos han mostrado que las memorias visuales de las personas tienden a distorsionarse con el tiempo, de tal modo que los recuerdos visuales acaban pareciéndose poco a poco más a las categorías lingüísticas generalmente utilizadas por dichas personas. Se mostró, por poner un ejemplo, que los hablantes monolingües de zuñi, una lengua amerindia hablada en Nuevo México cuyo léxico no distingue entre «naranja» y «amarillo», experimentaban mayor complejidad que los zuñi que asimismo sabían inglés o bien los que solo charlaban inglés en el momento de reconocer tras cierto tiempo objetos de un color de forma fácil codificable y expresable en inglés, mas no en lengua zuñi o bien zuni. En el experimento se mostraba a un individuo un objeto de color amarillo o bien anaranjado; al cabo de un tiempo se le mostraba 2 objetos iguales, uno amarillo y otro anaranjado, entre los que estaba el que el sujeto había visto previamente, y se le solicitaba que identificara el que se le había mostrado la otra vez. Se ha mostrado, además de esto, que no es que los hablantes de zuñi fuesen inútiles de percibir la diferencia entre un amarillo y un objeto anaranjado, si se les solicitaba que los compararan cuando los tenían presentes, sino más bien un efecto de memoria al cabo del tiempo para rememorar la tonalidad. Estos ensayos semejan confirmar parcialmente la hipótesis de Sapir-Whorf, mas no proveen suficiente patentiza a favor de la formulación fuerte de exactamente la misma. Semeja razonable admitir que el lenguaje que uno habla tiene repercusión sobre la memoria y la forma en como se codifican en ella ciertas cosas, tal y como se ha dicho, mas es incierto que el lenguaje sea realmente el que provee todos y cada uno de los patrones de pensamiento del individuo (algunos ensayos muestran la existencia de pensamiento no verbal). /P> Varios ensayos recientes semejan confirmar la plausibilidad de una versión enclenque de la relatividad lingüística. Este es el caso de, por servirnos de un ejemplo, John Lucy, que ha conducido estudios comparativos con hablantes nativos de inglés y de maya yucateco, en los que mostró que los que tenían el inglés como lengua materna tendían a escoger los objetos por su forma, al tiempo que los hablantes de yucateco acostumbraban a preferir el material de que estaban hechos. De esta forma, por servirnos de un ejemplo, si se les solicitaba que escogieran un objeto similar a una caja de cartón, los hablantes de inglés escogerían cajas, si bien fuesen de plástico, al paso que los de yucateco escogían objetos de cartón si bien no tuviesen forma de caja. Lucy atribuyó esta diferencia en la conceptualización de objetos a la presencia, en yucateco, de unos clasificadores que deben acompañar el substantivo siempre y cuando este se presente tras un numeral; estos clasificadores son los que señalan lingüísticamente la manera de los objetos, con lo que para los hablantes de yucateco el aspecto más esencial de los sustantivos no sería la manera, sino la materia. Dan Slobin asimismo ha llevado a cabo múltiples ensayos en los que estudia los efectos de la gramática en el momento de conceptualizar; específicamente, defendió que 2 lenguas diferentes pueden dar sitio a 2 narrativas inconmensurables de un mismo acontecimiento. Su estudio versó sobre la manera en que hablantes nativos de inglés, turco y de España, divididos por rangos de edad, contaban una misma sucesión de imágenes. Conforme con sus conclusiones, había una relación entre la lengua hablada y aquellos aspectos de la escena que los participantes narraban; de esta manera, por servirnos de un ejemplo, los hablantes nativos de de España tendían a resaltar más el tiempo en que la acción transcurría, los hablantes de inglés acostumbraban a resaltar exactamente en qué dirección espacial se orientaba lo que sucedía, al paso que los hablantes de turco resaltaban qué protagonistas de la escena habían contemplado lo que ocurría. En conclusión, Slobin ha postulado la existencia de una serie de categorías mentales que son adquiridas a través del lenguaje y que son empleadas solamente para la expresión lingüística; se trataría, puesto que, de una versión de la relatividad lingüística limitada a contextos puramente lingüísticos. Alfred Bloom asimismo ha trabajado en el tema de las diferentes narrativas, trabajando sobre el chino. Bloom condujo un experimento donde mostró a unos hablantes nativos de inglés un texto que contenía construcciones en subjuntivo, mientras que mostraba a unos hablantes nativos de chino una traducción textual del mismo a su lengua, en la que esta construcción gramatical es inexistente. El resultado fue que, cuando se preguntó a los participantes si los sucesos contados en el texto habían o bien no sucedido, los hablantes de chino fallaron en un porcentaje considerablemente mayor que los de inglés; la conclusión era, puesto que, que resulta imposible traducir literalmente de una lengua a otra, y esto ha de ser debido a que cada una de ellas conceptúa la realidad de una forma diferente. Lera Boroditsky asimismo ha trabajado en estudios comparativos entre el inglés y el chino, y ha mostrado que los hablantes de cada una de estas concibe el tiempo de una forma distinta: al paso que el inglés asocia el trascurso del tiempo con un movimiento horizontal, el chino lo asocia a uno vertical. Ahora bien, esta autora asimismo ha protegido la posibilidad de que los hablantes de una lengua aprendan a conceptuar de igual modo que los de la otra sin precisar aprender la otra lengua, conque aboga por una versión enclenque - no determinista - de la relatividad lingüística. Hoy en día esta hipótesis está desacreditada en su forma fuerte. Los ejemplos en los que se fundamentaron Sapir y Whorf son irreales. Por poner un ejemplo, afirmaban que los amerindios zuñi no tenían palabra diferente para el «amarillo» y el «naranja» y que eso debería condicionar su modo de meditar. Lo cierto es que no tienen esos palabras, mas distinguen de manera perfecta lo amarillo de lo naranja. Lo que sucede es que en su estilo de vida la diferencia es intrascendente, si bien como explica Lyons, sus hábitos de memoria sí semejan perjudicados por la existencia de la distinción léxica. En relación a los ensayos con colores ha habido una larga polémica que empezó con el universalismo sobre los términos de color que comportaban los resultados de los ensayos llevados a cabo por Berlin y Kay. Estos ensayos confirman la existencia de universales lingüísticos en lo que se refiere a los términos para nombrar los colores básicos. Así, la fisiología y la percepción, de carácter universal, jugarían un papel determinante en el momento de establecer la semántica de una lengua. Una posible prueba del fallo de Sapir-Whorf sería el hecho de que los traductores son capaces de traducir lo que se afirma en una lengua a otra. No se podría charlar en consecuencia de que el lenguaje determinara la manera en que pensamos, sería más preciso y adecuado decir que influye en el pensamiento. Los ensayos de Bloom sobre el subjuntivo han sido cuestionados por Au, quien dirigió una serie de ensayos afines a los conducidos por Bloom; conforme mostró, el inconveniente de los ensayos de este último fue el hecho de que la traducción al chino que había efectuado resultaba confusa por ser demasiado textual, y una vez la traducción fue amoldada a un chino más frecuente, las diferencias que había entre los hablantes de las dos lenguas desaparecieron./P> Las primordiales críticas a la hipótesis del relativismo lingüístico serían, por tanto: Steven Pinker asimismo ha atacado de forma fuerte la hipótesis de la relatividad lingüística, defendiendo la universalidad del mentalés o bien lenguaje del pensamiento. Conforme defiende, el pensamiento funcionaría de forma equivalente a una máquina de Turing, y por lo tanto resulta absurdo estimar que este esté condicionado por una lengua particular - como tampoco podría estarlo la fisiología, con lo que el lenguaje no podría trastocar jamás la percepción. Otra crítica que se efectúa a esta teoría es la visión nacionalista, o bien aun racista, que podría conllevar, en tanto que al distinguir el funcionamiento de la psique humana dependiendo de la lengua del hablante, se estaría manteniendo que los individuos tendrían capacidades intelectuales diferentes conforme su idioma, en el caso de charlar una sola lengua, naturalmente. Xabier Zabaltza escribe: «La el día de hoy famosa como hipótesis Sapir-Whorf ha servido de coartada intelectual a todos y cada uno de los nacionalismos lingüísticos» (Una historia de las lenguas y los nacionalismos. Xabier Zabaltza, dos mil seis). Ahora bien, cabría decir que tanto Sapir como Whorf aceptaban la unidad psíquica de la humanidad, y que la relación de determinación del lenguaje no era tanto cara la forma de razonar como cara la cosmovisión sostenida por los hablantes.