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Filosofía de la psicología
La filosofía es la madre de todas y cada una de las ciencias, siendo la sicología parte de ella hasta su independencia cerca de mil novecientos cincuenta con el nacimiento de la psicofísica. Su significado textual es psyché-logotipos ("estudio del ánima"). Una rama de la filosofía es la filosofía de la ciencia, que, desde la división hecha por Ferrier en el siglo XIX entre ontología y epistemología, se hace cargo del análisis del conocimiento a nivel científico logrado. Cada ciencia produce su epistemología o bien filosofía singular, con base en las peculiaridades de su que hacer intrínseco. Otras de las ramas de la filosofía que se relacionan con la sicología y la epistemología es la Filosofía de la psique... En el caso de la sicología, conforme Jacob Robert Kantor, ha habido 3 etapas de desarrollo de sus contenidos epistemológicos: una primera ocupándose de entidades aespaciales, como el alma; una segunda en concepto de orden organocéntrico-mecanicista, como las variaciones estímulo-contestación y de procesamiento de información; y una tercera, en que se abordan las interactúes complejas entre el individuo y su entorno. Se ha llegado, puesto que, supuestamente, a una investigación sistémico del objeto de conocimiento. Sin embargo, no todas y cada una de las corrientes de la sicología en vigencia practican ese enfoque sistémico de forma uniforme, debido a que parten de diferentes opciones epistemológicas en pleno discute. Tal y como Mario Bunge señala, se aprecia - como en otras disciplinas- una falta de acuerdo sobre el auténtico objeto de la sicología. Así, se puede acotar como el estudio de la conciencia, o bien el estudio de la conducta manifiesta. La mayor relevancia de la cuestión del objeto en comparación con otras ciencias se encuentra en el carácter transitorio de estadio protocientífico a científico. Los objetos de su campo de estudio son "todos y cada uno de los animales que en circunstancias normales, son capaces de percibir y aprender, y solo ". Con lo que se deja fuera del campo de estudio a los animales que por norma general son inútiles de aprender (aquellos sin sistema inquieto, o bien con uno que no deje el aprendizaje) y se calificaría como objetos de estudios a todos y cada uno de los vertebrados superiores (mamíferos y aves, sobre todo). Los instrumentos, aun los dotados de inteligencia artificial, son excluidos por no tratarse de animales. En cuanto a la atención de las sociedades, Bunge estima que es lícito estudiar la sicología de los individuos pertenecientes a diferentes sociedades, o bien los efectos de los conjuntos de pares y la presión de la masa sobre el individuo; más pretender que las totalidades sociales tienen una psique propia, es "pura fantasía holística". Las diferentes escuelas y sistemas de sicología son enfoques de los inconvenientes sicológicos que frecuentemente se fundamentan en filosofías diferentes de la psique. Estos enfoques son más de manera frecuente mutuamente incompatibles que complementarios. Aparte de esta fragmentación en escuelas se presenta una división en diferentes campos o bien sistemas de inconvenientes frente a la imposibilidad de trazar una clara demarcación entre los diferentes fenómenos sicológicos. Bunge asevera que solo la integración sobre la base de la neurofisiología puede lanzar un cuadro razonablemente completo y una explicación viable en concepto de mecanismos. J. Smart apunta que el trabajo epistémico se sirve de: (a) un alegato metódico y metodológico sobre la ciencia; y (b) la utilización de la ciencia para solucionar inconvenientes considerados normalmente filosóficos. En tal sentido, forma primeramente una «práctica de vigilancia de las operaciones ideales y metodológicas de una práctica científica». De esta forma, puede decirse que el menester epistemológico no consiste de algo abstracto y también indeterminado. Hay que tener claro que, como advierte Wolman: «Los pensadores de la ciencia no son pensadores en el sentido tradicional y tienen poquísimo en común con los sistemas metafísicos totalizadores del planeta. Los modernos pensadores de la ciencia... no pretenden saber más que los científicos cuya obra estudian». Lo que la epistemología busca esencialmente es el análisis formal del trabajo útil para la adquisición y consolidación de conocimientos, sea mediante las relaciones entre las proposiciones y los datos; sea por medio de la correspondencia entre aquellas proposiciones, su ordenamiento lógico y su significado; o bien la estructuración teorética y el proceso experimental del investigar. Por este motivo, no todos y cada uno de los temas abordados por la filosofía tradicional pueden ni han de ser materia de revisión a la luz de la ciencia, puesto que muchos podrían no ser sino más bien enredos verbales. En un caso así, la misión de la epistemología es disolver dichos inconvenientes a través de el análisis lingüístico de las expresiones, tal y como lo procuran, por poner un ejemplo, Gilbert Ryle y Ludwig Wittgenstein. Se trata, en esos casos, de suprimir fallos categoriales (aplicar inadecuadamente conceptos que proceden de un contexto a otro diferente) y aclarar la significación funcional del lenguaje ordinario en situaciones concretas. La epistemología tiene, puesto que, una misión precisa. No se puede llamar epistemología a cualquier concepción o bien tradición filosófica desarrollada con independencia del conocimiento científico. Así, de entrada la fenomenología y el existencialismo deberían quedar fuera de esta denominación. Solo la tradición de desatiendo epistemológico en sicología justifica la presente permisividad cara semejantes enfoques. No todos y cada uno de los científicos tienen la suficiente capacidad para ser, por su parte, pensadores de su ciencia, mas si pueden «estar al día» con las concepciones desarrolladas por especialistas y tener un mínimo de motivación y preparación para poder discriminar entre buenas y malas filosofías. Como apunta Mario Bunge: «la concepción del planeta del hombre moderno se funda sobre los resultados de la ciencia: el dato sustituye al mito, la teoría a la fantasía, la predicción a la premonición Hace un siglo, quien ignoraba La Iliada era tildado de ignorante. El día de hoy lo es, con igual justicia, quien ignora los principios de la No puede haber una epistemología de la subjetividad. Siendo definida como filosofía de la ciencia ya está implicando el análisis de un conocimiento objetivo, vale decir de los productos que sobre la propia actividad del sujeto se han elaborado en el trascurso de su interacción con el objeto. Esos productos son cosas, relaciones y propiedades existentes fuera de la representación subjetiva que se haga de ellos. Cuando diríase que el sujeto (epistémico) es quien configura al objeto (Piaget, mil novecientos setenta - mil novecientos ochenta y uno) se comete un fallo de tipo trascendentalista, puesto que el sujeto está sometido a exactamente las mismas leyes que el objeto. Esto desea decir que lo que uno, como observador, percibe sobre la realidad interna o bien externa al cuerpo está predeterminado por el influjo del objeto sobre los sentidos. En otras palabras, para facilitar el tema, «lo material determina lo ideal». La cuestión de la objetividad del conocimiento está relacionada con la posibilidad de conseguir un conocimiento auténtico del objeto. Esto es puesto en duda por los pensadores metafísicos y los sicólogos dualistas, para quienes lo objetivo no pasa de ser más que una «invención útil» para organizar la experiencia. El significado de las cosas sería, conforme esto, dependiente de la forma en que el científico filtre la información a determinados sistemas de procesamiento subjetivo. Lo que se obvia en este género de análisis es que se puede conocer el objeto actuando sobre él. Cuando se interacciona con un fenómeno se aprehenden: (a) las relaciones de interdependencia que lo ligan a otros fenómenos, y (b) las regularidades de su ocurrencia en función a la totalidad estructural que las define. Una vez penetrado el sentido de estas realidades se puede intervenir sobre ellas, convirtiéndolas. Además, se puede describir el proceso de confirmación de semejante veracidad contando las operaciones experimentales y racionales que se hacen, pudiendo contestarlas cuando sea preciso e inclusive confrontarlas con otras observaciones. La obra de Thomas Kuhn (mil novecientos sesenta y dos - mil novecientos ochenta y dos) sobre el carácter no acumulativo del progreso científico y la inconmensurabilidad de las teorías asimismo introduce una nota de subjetividad y también irracionalidad a la epistemología: el tránsito de un paradigma a otro se generaría como corolario de una revolución ideal que reemplaza un viejo acuerdo acerca de determinadas «verdades» científicas por otro nuevo y también inigualable con el precedente. Por lo tanto, no funcionaría el recurso de la «falsabilidad» propuesto por Karl Popper para distinguir las buenas de las malas teorías, ni tampoco sería útil la discusión entre los defensores del viejo y del nuevo paradigma, puesto que los dos charlarían de cosas distintas. Para Kuhn la refutabilidad de una teoría solo se conoce cuando esta ya fue refutada. El progreso en la ciencia se da solamente bajo la suposición de una mayor explicabilidad de los fenómenos al cargo del nuevo paradigma, mas sin llegar a tener necesariamente una mejor correspondencia con la realidad que pretende explicar. Al margen de su gran impacto epistemológico, la perspectiva kuhniana subvierte las ideas de veras objetiva y de progreso del conocimiento, al unísono que descarta criterios de evaluación objetiva de las teorías, haciendo difuso el límite entre ciencia y seudociencia (Bunge, mil novecientos ochenta y tres). La ciencia no pasaría de ser una práctica tan insignificante para la transformación de la realidad como la magia y la mitología. Antes que Kuhn, Gaston Bachelard (mil novecientos setenta y uno - mil novecientos setenta y cuatro) había adelantado la noción de «corte epistemológico» para designar entre otras muchas cosas la revisión y reformulación de los axiomas esenciales de una ciencia ya constituida. Esta recurrencia semeja hacer plausible la explicación del porqué en ocasiones una concepción extendida pierde terreno en frente de otra. En sicología se ha querido ver la contraposición entre conductismo y cognitivismo como la plasmación de las tesis del corte y de la revolución científica (como cambio de paradigma), pero la actual situación no muestra un predominio concluyente ni muchísimo menos en favor de «un nuevo paradigma», puesto que la coexistencia de múltiples enfoques prosigue siendo evidente. La definición más ostensiva de la teoría es la de un «saber organizado» que se provee de la práctica, o sea del «hacer empírico», al tiempo que este asimismo se guía en una parte por el saber anterior. Los avatares histórico-sociales, y con ellos la división del trabajo y la repercusión de la teología, sembraron la discordia entre saber y hacer, legando a la posteridad un inconveniente que se manifiesta el día de hoy agudamente. El pensador chino Mao Zedong (mil novecientos treinta y siete - mil novecientos ochenta y uno) se ocupa suficientemente de de qué manera la teoría se provee de la práctica y de qué forma la práctica retroalimenta la teoría, suprimiendo ideas metafísicas sobre que una puede vivir sin la otra, o bien de que los dos menesteres son incompatibles. Eso no desea decir que no resulte posible una práctica científica progresista independiente de la teoría o bien de la especulación filosófica explícita. En verdad, la mayor parte de avances experimentales y tecnológicos en todas y cada una de las disciplinas humanas semejan haberse dado en condiciones de ignorancia o bien confusión ideal sobre los presupuestos epistemológicos que directa o bien de forma indirecta favorecieron la solución a muchas demandas sociales (Tomasini, mil novecientos noventa y cuatro). No obstante, el interrogante es: ¿cuánto más podría haberse avanzado de haber tenido en cuenta esos presupuestos? ¿Cuánto tiempo y cuánta teoría y práctica inútiles podrían haberse ahorrado aclarando inconvenientes ideales ya antes de aplicar? Por tal razón es esencial para los científicos contemporáneos poner por delante el desarrollo de sólidas concepciones epistémicas en sus respectivas disciplinas haciéndolas más eficaces en la lucha contra el atraso y el prejuicio, tal y como en el relato de Homero, Minerva iba antecediendo a Diómedes en su acometida victoriosa contra Venus y Marte. El desarrollo de la ciencia es calibrado por Kantor (mil novecientos sesenta y tres - mil novecientos noventa y uno) como una progresión de 3 etapas: (a) la de la propiedad-substancia, (b) la de la relación-estadística, y (c) la del campo integrado. En sicología, la primera etapa incluye entidades transespaciales, la segunda fórmulas estadísticas que pretenden apuntar la relación entre lo físico y lo mental, y la tercera «la interacción de un individuo con objetos estimulantes, en condiciones inmediatas precisas y sobre la base de contactos anteriores del organismo y los objetos estimulantes» (p. quinientos ochenta y tres). Este enfoque filosófico de la tercera etapa supera el holismo y el atomismo de las explicaciones precedentes para servir a una visión estructural donde el todo es producto de interactúes formadoras, mas estas por su parte tienen significación solo en tanto se conceptúen en función global (Montgomery, dos mil). Para llegar a esta última etapa fue preciso mucho esclarecimiento epistémico en lo que se refiere al inconveniente de la confusión entre acontecimientos y constructos. Gran una parte de los fallos científicos se producen en tal confusión. De forma muy simplificada, los acontecimientos son lo que ocurre, al paso que los constructos son las interpretaciones de lo que pasa, sean elaboradas o bien espontáneas. En todo caso, todo conocimiento y también interpretación es, de entrada, inseparable del sistema productivo al que pertenece, y todo sistema productivo está ligado a un medio ideológico. Una conveniente epistemología deja distinguir entre acontecimientos y constructos, con el objetivo de reducir el papel ideológico de estos últimos. Para esto el convocado Kantor demanda un cauteloso análisis de las construcciones manipulativa (formulación del inconveniente y plan para atacarlo), gráfica (síntesis de las peculiaridades investigadas y clasificación en una escala de valía y utilidad científica), y explicativa (construcción sistemática para interrelacionar acontecimientos). En ningún caso puede haber constructos válidos que se refieran a nociones sin contacto con (o bien derivación de) los acontecimientos que se refieren, describen y explican. Por fortuna el empleo de definiciones técnicas, diagramas, coordenadas, tablas de incesantes y la continua interacción específica con los acontecimientos estudiados propias del «teórico-práctico» facilitan dicha tarea. Las influencias ideológicas y los valores no son factores omnipotentes de los que no se puede escapar. Esas condiciones pueden ser manejadas, cuando el sicólogo científico está preparado epistemológicamente para aceptar la labor de distinguir los acontecimientos de los constructos.Objetividad vs. subjetividad
Saber y hacer
Eventos y constructos