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Fenomenología de la percepción
La Fenomenología de la percepción es la obra primordial del pensador francés Maurice Merleau-Ponty, publicada en mil novecientos cuarenta y cinco. Para Merleau Ponty, la percepción del color varia correlativamente a la percepción de la iluminación y la superficie de los objetos organizados en el campo perceptivo. Propiamente, no hay entonces percepción de colores puros, sino estos solo se dan en su correspondencia estructural con otros aspectos de la cosa que aparece. Esto es, el "escorzo" color, no aparece jamás separado de los escorzos "iluminación", "superficie", "textura", "redondez", etcétera Un caso puede valer para comprender mejor esto. El limón, afirma, es "esta forma particular en que el amarillo es ácido, y la acidez es amarilla". Allá vemos, entonces, que el color (amarillo) solo aparece en su correspondencia con otros aspectos de la cosa (en un caso así, la acidez del limón). En consecuencia, tanto las explicaciones intelectualistas como las empiristas no consiguen dar cuenta acabada del inconveniente de las constancias cromáticas, es decir; cómo percibo un color como incesante, pese a que visualmente la cosa coloreada tiene diferentes matices en diferentes instantes. Las dos yerran pues suponen que bajo las percepciones variables, hay un color real en la cosa. Y este color seria deducido (versión intelectualista) o seria una suerte de imagen habitual a la que reconducimos todas y cada una de las apariciones (versión empirista). Para Merleau Ponty, en cambio, percibimos el color como estable; justamente debido a que el color solo aparece en una estructuración con otros aspectos de la cosa. Dicha estructuración es la que se sostiene más o menos idéntica a sí, y de ahí que es que el color se sostiene estable. Este análisis particular del color y las constancias cromáticas, puede entonces generalizarse a todas y cada una de las apariciones sensibles. Así, deberíamos ningún aspecto de la cosa aparece de forma separada, no hay cualidades sensibles puras, simples y separables; sino cada una es lo que es por su correspondencia estructural con otros aspectos de la cosa. Una última consideración a hacer sobre esto, es que la visión de Merleau Ponty implica una originalidad respecto a la versión de la fenomenología clásica; conforme la que las cosas (los noémas), aparecían debido a una intencionalidad que daba sentido a la materia sensible. En cambio aquí, en tanto que las "apariciones sensibles" no son separables, podemos suponer que es en la sensación misma en la que aparece la forma; sin que haya necesidad de una conciencia trascendental constitutiva de trascendencias. La experiencia perceptiva es siempre y en todo momento experiencia de estructuras (entendida como conjunto interactivo de partes y relaciones). Por mucho que podamos desagregar esa estructura en subestructuras latentes, estas últimas son asimismo estructuras. Lo último en este análisis sería una sensación que ya es, asimismo , una pequeña estructura. Por su parte, para Merleau Ponty las cosas se captan con relación a el esquema anatómico. Eso implica que las cosas se aprenden como semejantes merced a que mi cuerpo es capaz de explorarlas (con todo cuanto esto implica en lo que se refiere a capacidades y restricciones). En este sentido el cielo, por ejemplo; no es una cosa, en tanto que no se presta a un comportamiento frecuente de mi cuerpo (o bien lo hace con determinados aspectos como la visión). En esta sección empieza el estudio de la cosa natural, como introductoria para una investigación general de la naturaleza. En este sentido, la cosa natural es aquella (como el cielo) que no se presta a un comportamiento frecuente de mi cuerpo: que tiene algo de no familiar, de inhumano. Las cosas no son sencillamente, entonces, un correlato de nuestro cuerpo, o bien de nuestro esquema anatómico. Hay ciertas cosas como la piedra, que no están adaptadas a un cierto menester pragmático, que no disponen a nuestro cuerpo a efectuar semejantes acciones, a hacer semejantes comportamientos. Esto, obviamente, en contraste a los artefactos; como objetos de origen humano que sí cumplen con estas peculiaridades que estarían ausentes en el objeto natural. Y no obstante, no hay que opinar que estamos ante 2 géneros de estructuras ontológicamente diferentes. Realmente, todo instrumento ya es asimismo una parte del planeta, y por lo tanto; asimismo es, por lo menos en determinado sentido, una cosa natural. Esto es: todos y cada uno de los objetos del planeta son refractarios a un proyecto pragmático definido y podrían emplearse para realizar otros comportamientos, aparte de aquellos a los que "generalmente" nos disponen. Con este anticipo ahora podemos estimar el planeta. Para nuestro autor este es el horizonte de todos y cada uno de los horizontes, el horizonte último que deja la aparición de los objetos. Es ilimitado en el sentido de inacabable, mas esto solo a condición de continuar exactamente el mismo como inasequible. No hay que suponer, no obstante, que el planeta se presente como algún género de límite para nuestro conocimiento; al contrario, como ya se apuntó, es lo que deja que haya conocimiento en el planeta. Así, el planeta es por necesidad un misterio.Análisis de las constancias cromáticas
La cosa o bien lo real
El planeta natural