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Conocimiento de sí mismo
El conocimiento de sí es el saber que una persona adquiere sobre ella misma, en términos sicológicos y espirituales, a lo largo del curso de siempre, y sobre la base de sus experiencias y a la introspección. El conocimiento de sí es un tipo particular de conocimiento en la medida que el sujeto que procura conocer y el objeto a conocer están confundidos, es decir, se es « juez y parte » al tiempo. Esta complejidad central hace imperativo que se demande objetividad. El conocimiento de sí requiere honradez y integridad de pensamiento, espíritu crítico, y una cierta consideración con relación a la « mirada » exterior de los otros. Debido a su naturaleza subjetiva, a fin de que este conocimiento pueda cristalizar, se requiere cierta habilidad metacognitiva como cierto grado de lucidez personal que deje producir un saber bien consistente. Hubo una temporada en la que se pensaba que los humanos eran dependientes sobremanera del poder de los dioses y de lo que se afirmaba y presagiaba en los escritos Santos… Mas fue esencialmente Sócrates, el iniciador de un enfoque de pensamiento que daba a los hombres autonomía, independencia, libertad de conciencia, señalando el camino que dejaba liberarse de la presión ejercida por las divinidades. Y dicho enfoque podía resumirse en el aforismo « Conócete a ti »./P> Así puesto que, hace más de 2 mil años que el « conocimiento de sí » es objeto de nuestras preocupaciones y discusiones, de nuestras reflexiones y de nuestros intercambios de ideas, si bien de manera exitosa diferente, en tanto que con cierta frecuencia procedemos y actuamos de una forma demasiado simplista, pensando y también imaginando lo que creemos ser tras tener empleo de razón, o bien creyendo ser lo que oímos, leemos, percibimos, y comprendemos, con relación a lo que otros han dicho, escrito, expresado, y entendido. Recordemos que después de iniciada nuestra existencia personal, sea feliz o bien desgraciada, se haya desarrollado ella en un hogar unido o bien mal estructurado, de un modo o bien otro nuestros mayores y/o nuestros referentes nos han impuesto reglas y principios de clase variada, como diferentes modelos familiares, sociales, culturales, y religiosos, y habitualmente, de forma consciente o bien inconsciente, deseaban que fuésemos los mejores, y/o que efectuáramos lo que mismos no habían podido efectuar. Así, así sea que hayamos adherido o bien rechazado estas presiones parentales y de nuestros referentes, de todas y cada una formas es preciso aceptar que lo trasmitido prácticamente siempre y en toda circunstancia deja una huella indeleble en nuestros espíritus de la que es bastante difícil sustraerse. En consecuencia, no creamos todo cuanto creemos ser en cierto instante. Con cierta frecuencia, creemos tener cualidades que realmente tenemos poco desarrolladas, y por contra pensamos no tener habilidades para las que tenemos enorme potencial. El quid de la cuestión es que en muchas ocasiones no nos damos ni el tiempo ni los medios para meditar en las consecuencias de nuestros actos, puesto que de una forma simplista, pensamos que « actuamos bien » y que « tomamos las resoluciones adecuadas »… En frente de los sucesos, habitualmente actuamos impulsivamente buscando resultados, dando prioridad al interrogante « ¿Qué hacer? », y dejando algo de lado los interrogantes « ¿De qué forma hacer? » y « ¿Para qué exactamente hacer? ». Pensemos críticamente y con mucha honradez. Denunciando las injusticias del sistema, ocupando lugares públicos, exhibiendo carteles con atractivos eslóganes, firmando solicitudes, y pidiendo a voces (en la calle o bien en asambleas internacionales) que es preciso « mudar el planeta », todo eso está irremisiblemente orientado al descalabro, si esas acciones no son acompañadas de nuestra parte, por una profunda toma de consciencia de nuestra cuota una parte de responsabilidad en la actual situación de cosas, como cambios específicos en nuestros respectivos comportamientos rutinarios. Oponerse (en los países pobres) a la explotación manufacturera infantil y a condiciones laborales miserables de prácticamente esclavitud, puede ser una postura pública simpática a aplaudir, mas si mismos proseguimos aprovechando los costes bajos de los productos de esta manera fabricados en China, Filipinas, etc, marcamos una conducta discorde o bien a 2 caras. Y lo que termina de expresarse es pura lógica y los pies en el suelo. Nuestro planeta interior y nuestro planeta exterior están íntimamente relacionados. Y esta relación es tan sólida, que es ilusorio procurar separar las dos cosas. De una manera o bien de otra, todo cuanto pasa en nuestro interior tiene repercusiones en nuestro exterior, y a la inversa. Si se tiene presente la opinión de los grandes pensadores, pensadores, y escritores, que por medio de los tiempos incursionaron en esta temática, brota que el conocimiento de sí podría tener ventajas bastante variables, e inclusive en algunos casos podría ser hasta contraproducente para aquel que acomete en esta línea de investigación. Blaise Pascal por poner un ejemplo opinaba lo siguiente : Marguerite Yourcenar se refería al tema como una experiencia esencial : Por su parte, Thomas Szasz aseveraba : « De forma frecuente las personas afirman que todavía no se han encontrado a sí. Mas el sí mismo no es una cosa que uno halla, sino más bien algo que uno crea. » Y el escritor y prosista Aldous Huxley nos dejó el próximo pensamiento : « Solo hay una pequeña una parte del cosmos de la que vas a saber con certidumbre que puede ser mejorada, y esa parte eres mismo. » Y sobre este tema, Lao-Tse señalaba : « El que domina a otros es fuerte; el que se domina a sí mismo es poderoso. » Pero no todos se expresaron de forma positiva sobre esta cuestión, como por poner un ejemplo Anatole France quien aseveraba : En cuanto a la insigne oración "Conócete a ti", realmente no es precisamente atribuible a Sócrates, puesto que exactamente la misma estaba anotada en el frontispicio (pronaos) del Templo de Apolo en Delfos.Mas sin duda, el convocado sabio heleno de la Antigüedad, interpretó ese aforismo y lo fortaleció enormemente, atribuyéndole una marcada orientación moral y ética. Indudablemente posible, esta máxima figura entre las más señaladas y conocidas oraciones filosóficas. El tema del conocimiento de sí ante todo requiere una contestación a el interrogante sobre qué debe considerarse el "". Pero para contestar a este interrogante, resulta conveniente explicitar mejor una serie de preguntas como las que se cuentan seguidamente : Existen contrariedades para responder a estas preguntas, que en gran medida proceden de la imbricación y también implicancias entre sí : por servirnos de un ejemplo, ¿de qué manera situarse personalmente en una contestación que implica el orden cosmológico? ; ¿de qué forma percibir el sitio del humano en la sociedad y en la biósfera, sin haber explorado y aquilatado el propio cosmos interior? Pero por otro lado, al abordar esta cuestión, demasiadas cosas reenvían al propio conocimiento y a los antecedentes vividos por el sujeto : "Me altero por el hecho de que me pongo inquieto" … "Soy violento pues en mi infancia me ha faltado amor maternal" … "No entiendo realmente bien qué podría responder al respecto, puesto que lo que he aprendido hasta el momento es parcialmente poco" … "En qué momento es que se pueden o bien deben detener las investigaciones sobre uno mismo" … "Cómo se deben integrar las observaciones aportadas por otros a las propias" … "Qué grado de inseguridad o bien desorientación es que puede admitirse" … "Qué relevancia o bien significación se debe dar a lo que se haya podido realizar sobre el conocimiento de sí" … Querer mudar a otros sin ya antes haber pasado uno mismo por un cambio interior, plantea una problemática de primera importancia : ¿Cómo va a ser posible mudar a otros, o bien al propio planeta, si no hemos pasado por la experiencia personal y también íntima de por lo menos haber realizado un cambio interior? La contestación a este interrogante es realmente simple : "No podemos". Por poner el caso, es principal empezar por el inicio, y mirarse largo tiempo en el espéculo con espíritu crítico (tal y como si se tratase de otra persona). Desamparar caras ilusiones con relación a lo que somos o bien deseamos ser es buen principio, quizá el único posible, cara un cambio de mayor extensión y alcance. Conócete a ti (en griego: "Gnothi seauton" ; en latín: "Nosce te ipsum"), el leimotiv que estaba anotado en sitio señalado en el templo de Delfos, fue muy empleado por Sócrates en las enseñanzas a sus acólitos, empezando de esta forma una tradición filosófica milenaria que únicamente fue con seriedad respondida dos mil quinientos años después por Friedrich Nietzsche, que alteró la fórmula inicial : « Cada quien es quien mejor puede conocerse a sí mismo » en « mismos somos ignotos para nosotros mismos ». De una forma o bien de otra, prácticamente todos los pensadores occidentales prosiguieron esta línea socrática de pensamiento. Los pensadores socráticos fueron los primeros pensadores que rompieron con las formas míticas de pensamiento para comenzar a edificar una reflexión racional. Esto es, fueron los primeros que empezaron el llamado «paso del mito al logotipos », proceso propiciado por las singulares peculiaridades de espíritu crítico y condiciones sociales que dejaron una especulación libre de ataduras a dogmas y textos sagrados. En este sentido, estos pensadores fueron tanto pensadores como cosmólogos y físicos y, más generalmente, «sabios». René Descartes por poner un ejemplo, partió de esta idea en su análisis matafísico, con su conocida oración "Cogito luego sum", es decir "Pienso, y por ende sé que pienso, y en consecuencia tengo certidumbre de que pienso". Blaise Pascal.