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Compulsión de repetición
La compulsión de reiteración o bien, sencillamente, reiteración es un término que Sigmund Freud definió para procurar dar un fundamento al impulso de los humanos a reiterar actos, pensamientos, sueños, juegos, escenas o bien situaciones desapacibles o bien aun dolorosas. El "carácter conservador" de las pulsiones y su "indestructibilidad" son las dos peculiaridades asimismo descritas por Freud. J. Laplanche y J. B. Pontalis lo definen así: Aunque las primeras huellas de este término se pueden rastrear en escritos muy tempranos de Freud (aun en la “Comunicación Preliminar“), conforme James Strachey –quien tuvo a su cargo la dirección de la edición inglesa de las obras completas de Freud, la Estándar Edition, considerada por Ernest Jones "más válida que cualquier versión alemana"– la primera mención hecha por Freud en sus textos del término de «compulsión de repetición» data del año mil novecientos catorce, de Rememorar, reiterar, reelaborar. En este ensayo describe las metas del psicoanálisis como "atestar las lagunas del recuerdo" y "vencer las resistencias de la opresión". Los dos propósitos equivalentes, en tanto que si las lagunas son los vestigios de la acción de la opresión, una vez vencidas las resistencias que mantienen la opresión, aquel material patógeno debería perder tal carácter. Sin embargo, conforme explica el artículo, lo que ocurre normalmente en los psicoanálisis es que el analizado, en vez de rememorar como estaba previsto -conforme el modelo del procedimiento catártico- aquello reprimido, lo actúa. Incluye los próximos ejemplos: El paciente, en un psicoanálisis, repite: "sus inhibiciones y actitudes imposibles, sus rasgos patológicos de carácter. Y además de esto, a lo largo del tratamiento repite todos su síntomas". Así, la neurosis no podría ser concebida como un "episodio histórico" sino más bien como un "poder actual", ya que: La táctica que asigna Freud al analista es solucionar en el plano del recuerdo aquello que el paciente presenta en el de la acción. Para esto debe recurrir al «manejo de la transferencia»: se lo incluye en ella a fin de que se despliegue y de esta forma "dar a los síntomas un nuevo significado transferencial". En cualquier caso, ahora de su obra lo relevante para Freud es indicar su observación de que la reiteración era una regularidad en el curso de muchos análisis y que se manifestaba particularmente en la trasferencia en la relación con el analista de pasajes que en un inicio el analizado no recordaba. Más tarde, en el contexto de la definición de la pulsión de muerte en Alén del principio del placer (mil novecientos veinte) se define la reiteración de una forma más completa y en relación tanto con la pulsión de muerte y con el término de resistencia y de sus consecuencias para la cura. Freud se pregunta de dónde procede la persistencia del síntoma neurótico, por qué razón es tan resistente pese a que aparentemente genera el sufrimiento del paciente y concluye que habría que liberarse de la concepción equivocada de que al batallar contra las resistencias se trataría de combatir contra la resistencia del inconsciente. Abandona explícitamente el campo de las formulaciones gráficas y también insiste en la necesidad de una consideración activa, donde ya no aparecen como términos de la contradicción el consciente y el inconsciente, sino desde este instante estos términos son el y lo reprimido. Sin embargo, como desde este instante se trata ahora de un descrito con sus componentes conscientes y también inconscientes, este argumento abre la puerta y deja a Freud enunciar 2 cuestiones esenciales de la teoría: En Alén del principio de placer, Freud hace asimismo una mención a la vida onírica de la «neurosis traumática» (o bien neurosis de terror), enfermedad cuyo número de casos se había visto aumentado a lo largo de la guerra. Conforme asevera, dichos pacientes sueñan una y otra vez con la situación que provocó su enfermedad, despertando con renovado terror. Y añade que cuando se reconoce esto como algo obvio, que determinado acontencimiento lo asedia en sueños dependiendo de la fuerza de con que lo impresionó, se ignora la «naturaleza» del sueño. Estos sueños, afirma, resultan ser una objeción al comienzo que había establecido en la Interpretación de los sueños respecto de exactamente los mismos, o sea, que todo sueño era la realización de un deseo. En estos casos dicha función del sueño, resulta perjudicada y forma, de tal forma, una salvedad. Realmente, ya había incluido en ese libro la narración de un sueño en el que un padre escuchaba a su hijo reprocharle en estos términos "padre ¿quizás no ves que ardo?", respecto del que Jacques Lacan afirma que no era un caso que parciera ajustarse a dicho principio. Al irse a dormir, el sujeto había dejado al cuerpo de su hijo, quien había fallecido y estaban velando, en una cuarta parte anexo al cuidado de un "viejo cano" que se quedó dormido, tras lo que se prendió fuego el sitio donde los dos se hallaban. Lacan comenta que esa realidad que se presenta en el sueño, lejos de ser "la fantasía que llena un deseo" designa otra realidad, donde sitúa aquello que Freud llama pulsión de muerte. Otra observación de Freud relativa a esta «compulsión de repetición» es la referida al juego infantil con un carro en el que un pequeño, unido a él a través de un hilo que sujetaba con su mano, lo lanzaba haciéndolo desaparecer tras la baranda de su cuna, haciéndolo aparecer entonces. Conforme la interpretación que hace, el juego se entramaba con la renuncia pulsional que imponía la desaparición de la madre. Conforme Lacan -quien reanuda la observación-, no se trataría de una simbolización de la madre a través de carro, ni la de una necesidad de que la madre vuelva sino más bien, en cambio, de "la reiteración de la partida de la madre como causa de una Spaltung en el sujeto".Repetición como fenómeno del análisis
Repetición y pulsión de muerte