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Buen salvaje
El buen salvaje, noble salvaje, o bien mito del buen salvaje es un sitio común o bien tópico en la literatura y el pensamiento europeo de la Edad Moderna, que nace con el contacto con las poblaciones indígenas de América. Este mito, todavía el día de hoy, es parte del imaginario de bastantes personas sobre la relación entre los pueblos «civilizados» y los «primitivos». Hay que tener en consideración que hasta el descubrimiento de América, para los intelectuales de la temporada los indios salvajes se observan bajo las enseñanzas de Aristóteles en su obra Política, no siendo considerados más que «siervos por naturaleza», el encuentro con el Nuevo Planeta supuso un campo de investigación antropológico con conclusiones filosóficas. En consecuencia, los orígenes del mito del buen salvaje se sitúan en la España del siglo XV y no desde Nicolás Gueudeville, de Rousseau o bien del pensamiento francés revolucionario del siglo XVIII, como aparece en distintas obras. El término brota ya desde la primera Bula Intercaete, donde se considera a los nativos como capaces para percibir la fe católica y tiene continuidad elaborando el mito en las Décadas de Orbe Novo (mil cuatrocientos noventa y tres-mil quinientos veintidos) de Pedro Mártir de Anglería, primera Historia General de las Indias, donde entre los hechos se recogen referencias directas en los pensamientos de los descubridores. Específicamente en la primera Década, Libro III, se hace la descripción del «filósofo desnudo», un «salvaje» de la isla de Cuba que expone a Diego de Colón los principios esenciales que mismo ha aprendido de su contacto con la naturaleza. Desde el renombrado texto de Cristóbal Colón en que afirma haber llegado al paraíso terrenal, la imaginación se desbordó para atribuir todo género de bondades ingenuas a los indígenas (los naturales, como se les llamaba en los documentos españoles de la temporada). A ello asimismo contribuyó en buena medida Bartolomé de las Casas con su Muy breve relación de la destrucción de las Indias. El papel de una parte del clero, de teólogos como los de la Escuela de Salamanca y de los propios reyes puede verse en la convocatoria de la Junta de Burgos y la Junta de Valladolid, que discutían sobre la naturaleza y la justificación de la conquista y la explotación económica de América (polémica de los justos títulos o bien de la guerra a los naturales) y el corpus legislativo de las leyes de Indias. La historia legendaria negra de España amplificó por toda Europa la visión en positivo de los indígenas americanos, descritos como humanos en estado de naturaleza, virtuosos, afables, ingenuos y confiados; perfecto contrapunto de sus conquistadores, descritos como infames y sanguinarios torturadores, entregados a la ansía y al fanatismo, que resumirían todos y cada uno de los vicios y degeneración del hombre civilizado. Las utopias del siglo XVI (Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura; Tomás Morisco, Utopia) y obras como la de Baltasar Gracián (El Criticón) en el siglo XVII, llevan a la terminante discusión del humano como malo por naturaleza (Leviatán de Thomas Hobbes) o bien bueno por naturaleza, como pretendió la Ilustración (John Locke y sobre todo Jean-Jacques Rousseau), que vuelve a descubrir ejemplos de buenos salvajes en las islas del océano Pacífico (tropicales y paradisiacas como las Antillas, con indígenas desnudos de simple trato y naturaleza pródiga) que describen viajantes como James Cook y se reproducen en historias como la del motín del Bounty. Es de resaltar asimismo la repercusión de Montaigne en el análisis y difusión del término del Buen Salvaje, que expuso y defendió la teoría de la «candidez original» frente al «amaneramiento del espíritu humano». El pensador humanista de ascendencia judeoconversa de procedencia aragonesa, incluso siendo más conocido por su faceta de escritor, ha sido uno de los eruditos más influyentes en las corrientes filosóficas de la Ilustración y, por extensión, en la Edad Moderna y la moderna. Joseph-Marie Loaisel de Tréogate, escritor apreciado en especial a lo largo de la Revolución francesa se hizo eco de las teorías de Rousseau a este respecto del Buen Salvaje afirmando que el hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad la que deprava, y que todo cuanto no pertenece a la naturaleza solo puede llevar al desorden físico o bien ética. También contribuyó a la extensión del empleo del término el descubrimiento de pequeños salvajes (Victor de Aveyron y Kaspar Hauser), que por su parte tuvieron tratamiento literario y cinematográfico, por sí solos o bien como inspiración. El tema sobre la bondad del humano aparece en conjunción con el exotismo de los pueblos extraeuropeos en obras que son ya universales como El libro de la selva o bien Tarzán como es tratado en El Señor de las Moscas, tanto en la novela de mil novecientos cincuenta y cuatro como en la película homónima de mil novecientos noventa. Entre otras muchas novelas distópicas meridianamente influidas por el Buen Salvaje figura Un planeta feliz de Aldous Huxley, que desarrolla el mito llevándolo a extremos sobre las aberraciones y también injusticias de las sociedades humanas. En España la preocupación y desarrollo del tema que arrancó con el Descubrimiento alcanzó un culmen con El reloj de los príncipes (mil quinientos treinta y nueve), específicamente en la fábula incluida titulada El villano del Danubio, de D.Antonio de Guevara, la primera obra que expone de una forma específico la contraposición de la maldad intrínseca de la sociedad civilizada en frente de la presunta bondad de lo salvaje, examinando la dicotomía con conclusiones en favor del último. La teoría del buen salvaje ha sido refutada por abundantes antropólogos y etnógrafos contemporáneos de prestigio contrastado, como el neozelandés Derek Freeman. Este discute científico tuvo su culmen desde las críticas de Freeman al trabajo de Margaret Orinad en Nueva Guinea. Derek Freeman acusó a Orinad de inexperta, denunciando «el mejor ejemplo de autoengaño en la historia de las ciencias sociales», exponiendo la antítesis al Buen Salvaje. En la encendida disputa intervino asimismo la de Norteamérica Elisabeth Marshal Thomas en favor del mito, siendo también cuestionada por la comunidad científica, tanto en sus métodos como en sus tesis. En dos mil trece la polémica proseguía actual, como prueba el revuelo organizado por la publicación del libro The World Until Yesterday del escritor y biogeógrafo Jared Diamond, atacado por antropólogos y organizaciones indigenistas, a causa de su presentación de una imagen violenta de las tribus actuales en el siglo veintiuno.